En el mundo de los sueños de Abril, todo era una oscuridad agobiante, asfixiante en todo lo que cubría, sus pensamientos, prematuros en su corta edad, ya denotaban un aire de madurez no correspondida; aquellos sueños de infancia, muy pocas veces eran hermosos o, siquiera, bonitos; pues este no era el caso de Abril, su niñez, esta etapa tan importante en la vida de todo ser humano, había sido cubierta por decepciones, todas venidas por personas que consideraba como protectoras, personas que le habían mostrado, en ocasiones, lo lindo y bello de la vida, aunque luego, sin razón aparente, este recuerdo que entrañaba de esa persona, se esfumaba entre enormes llamaradas de decepción. Y pronto, sin ella saberlo, todos enormes velos, que eran un pilar importante en su vida, yacían calcinadas en lo profundo de su mente, y de su corazón.
También pensaba en sus amigos, que lo eran todo para ella, pues estos habían logrado sobrevivir al enorme incendio que envolvió su pobre alma; ellos, a quienes sus vidas les habían dado un vuelco enorme, tenían la fuerte convicción, y el apoyo de los demás, quienes por ciertas circunstancias habían sufrido cosas diferentes, pero en conjunto, el dolor era el protagonista, en una historia en donde lo malo, aunque feo parezca, había invadido sus vidas y se las había arrebatado, y eran esclavos de las acciones que otros habían hecho, posiblemente no porque quisieran, sino porque la maldad influía en cada aspecto de la vida, sin excepciones y sin negativas.
De repente, se despertó, en medio de la casa del árbol, aunque está estaba diferente, todo era niebla, o eso creía, porque no era blanca, muy al contrario, parecía una mancha que todo lo cubría, que todo empapaba.
Quiso pararse, aunque lo hizo lento, como si quisiera asegurarse que todo lo que veía era verdad, al estar parada, observó todo lo que le rodeaba, y, con gran sorpresa, pudo contemplar que todo lo que había visto era la realidad, una realidad alterada, parecía que la enorme mancha lo cubría todo.
Se agachó, con súbita calma, con singular astucia, logró hacerlo, y despertó a Ian, que dormía plácidamente, con una tranquilidad embriagadora; por esto, no quiso hacerlo, pero después se retractó, y lo despertó como deseaba, sin incomodarlo ni asustarlo; al hacerlo, Ian intentó dirigir su mirada a su alrededor, y como se lo esperaba, su reacción fue la misma que Abril, una sorpresa que se volvió terror.
—¿Qué pasó?, ¿Por qué está todo oscuro?—, la suave y melodiosa voz salió de Ian con tranquilidad, una que empezaba a inquietarse.
—Tranquilo Ian, estás bien, ¿Seguro?—, Abril replicó con un aire de preocupación, que disimuló con cierta dificultad.
—Sí, lo estoy, pero, no me has respondido—, nuevamente esa voz había retomado el pequeño recinto.
—La verdad, no sabría decirte, no sé por qué todo se ve así, necesito saber la hora—, al decir esto, Abril se levantó con calma, aunque con una velocidad mayor a como se había agachado.
Quiso entonces, buscar al gordinflón, sus desnudas pisadas, apenas si eran escuchadas por ella, no era que le tuviera miedo a la oscuridad, sin embargo, sabía que esa oscuridad no era normal, algo real. De repente, una voz emergió en una esquina, Abril se dirigió hacia el lugar, cada vez con una sensación de miedo que ascendía.
—Boooo—, la exclamación hizo que Abril se sobresaltara.
—Jajajaja, en serio pensaste que era el monstruo de la oscuridad—, Abril reconoció de inmediato el habla del gordinflón.
—No pues, que risa, casi me matas del susto—, aunque la exclamación sonó burlesca, el tono en que lo dijo dictó que no fue así.
—Fuera de broma, ¿Por qué está todo oscuro?—, el gordinflón preguntó, la broma había quedado atrás y la seriedad tomó sus palabras.
Sin duda, Abril no sudo como responderle, esta especie de niebla negra lo cubría la mayoría de las cosas, Ian estaba cerca de un interruptor, lo encendió con delicadeza, el sonido fue neutro, al igual que la luz que, entre su función, era iluminar el área en el que se ubicaba, sin embargo, esto no fue logrado.
La luz que se esperaba fue demasiado deprimente, siquiera el foco logró iluminar su área, el miedo empezó a calar entre sus mentes, al igual que está oscuridad que impregnaba y se alojaba en todo, un silencio también se hacía presente.
—Esto no es normal—, Ian habló entre su sábana, cubierto de pies a cabeza.
—Lo sabemos, no es normal este fenómeno, lo que sucede, quiero salir—, sorprendentemente la información fue replicada por el gordinflón, en lo poco que se veía su cara denotaba un miedo agobiante, terrorífico.
—Saldremos, de eso estamos seguros—, Abril, con su habitual valentía, había logrado despertar de ese ensueño a sus amigos, en quienes el sueño aún lograba manipularlos.
Sabían muy bien de la objeción, y las palabras no fueron recibidas de la mejor manera, la idea fue radicada en sus mentes, en silencio, en ese silencio que ya estaba molestando.
Abril, sabiendo bien que, aunque el suceso fuese desconocido, tenían de cierta manera, lograr desvelar este misterio, no era normal eso, para nada. Ian, acostado aún, se levantó, Abril corrió hacia él, procurando no tropezar con los juguetes que estaban tirados. Al levantarlo, él se apoyó sobre ella, y se acercaron al gordinflón.
Cuando se hubieron encontrado, idearon salir de ese lugar, no era seguro, algo les decía, una especie de intuición o de sentido les alertaba de algo mayor, posiblemente su corta ed
ad, y su fantasía sin limites.
—En la casa—, pronunció sutilmente Abril, —Hay una caja llena de linternas, en el sótano... Tenemos que bajar, esto no es algo normal—.
La exclamación fue demasiado razonable para las jóvenes mentes, sin duda, sabían que lo que pasaba no era normal.
Decidieron pues, aventurarse, el gordinflón, con la pijama del hermano de Abril, abrió la compuerta que daba al suelo, pudo notar, con cierta inquietud, que no se veía nada, miró a sus dos colegas y descendió sin siquiera pronunciar una palabra.
Abril y el chico herido, vieron como la espesa e inquietante niebla negra, envolvía en pequeños tentáculos grises el hinchado cuerpo de su amigo, en un momento, él había desaparecido. Esperaron unos segundos, calculados por Abril según el tiempo que se demoraba en descender, al llegar a los 10 segundos, un piedra chocó con una tabla de la casa del árbol, alertando que ya había descendido.
Ahora era el turno de ellos de descender, según Abril, primero lo haría Ian, intentando no pisar con su pie herido, y al llegar al final, respecto a lo acordado, el gordinflón le ayudaría a bajar.
Ian, se despegó de Abril, puso un pie, el que estaba sano, en una tabla de la escalera, luego, con sus dos manos, se apoyó en los laterales, procurando no resbalarse, y así, con cada paso cuidadoso, logró descender del árbol.
Por último, Abril bajó con suma cautela, viendo como la luz del bombillo desaparecía, y que todo se volvía oscuro; hubo un miedo que alcanzó su punto más alto, no logró ver absolutamente nada, no era parecido a la noche, puesto que los ojos tienen la capacidad de adaptarse a esta especie de oscuridad, en este caso, esta extraña niebla cubría y arropaba todo, en un lapso de 20 latidos de su corazón, no pudo ver absolutamente e indefinidamente nada.
Al fin, como un desapego de algo que estorba o que incómoda, logró estar con sus amigos, a una distancia de menos de 40 cm, pues aún la bruma seguía persiguiéndolos, aunque unidos, el miedo era disminuido considerablemente.
—Bien, ahora es momento de entrar a la casa—, Abril exclamó, tomando de la mano a Ian.
Lo que más sorprendía del suceso tan extraño que estaban viviendo, era que no había frío, sabían que estaban en inmediaciones de verano, aunque bien sabían que las noches, en ese estado de Pensilvania, eran muy frías. Por lo que la ausencia del frío fue otro comprobante para verificar que nada estaba saliendo bien.
Abril, nuevamente tomó la iniciativa, y les dijo a sus amigos que avanzaran detrás de ella, en fila india, lo hicieron como se les fue ordenado, el pequeño herido en la mitad y el gordinflón en la cola. Siguieron a paso moderado, la valiente niña palpaba cada cosa que tocaba, sabía que estaban en una esquina de su casa, así que avanzó por todo el corredor, y llegaron todos a la puerta trasera de la casa.
Abril corrió, con ayuda del gordinflón, una mata de eucalipto, que empezaba marchitarse, sin razón aparente, al hacerlo, la niña tomó una llave semi-doblada, e introdujo la llave en la puerta, con tres chasquidos se abrió, y la enorme bruma entró celosamente a la casa, con gran velocidad, como si estuviera viva.
Entraron, las pisadas ya no eran problema, el piso era de cemento, no había riesgo alguno de producir algún tipo de ruido. Pasaron por un pasillo estrecho, el ambiente era terriblemente sofocador, las paredes de tablas despedían un olor extrañamente desagradable, algo como podrido.
Abril dejó a sus amigos en una gran sala, y estos se acomodaron en unos amplios sillones, ella intentó prender las luces por medio de un generador que se encontraba en una pieza del primer piso, lo encendió, aunque la luz, como antes, no era suficiente, casi nula.
La niña llamó al gordinflón, tenían que bajar, abrieron la pesada puerta del sótano, Ian se levantó, diciendo que los iba a esperar en la puerta, Abril y el gordinflón se tomaron de las manos, en un acto de valentía, y sin recelo del miedo, decidieron avanzar.
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