
CAPITULO 18
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Medio hora después de que Hor se fuera, el anciano dio la orden de salir a cazarlo. Los Negoogunogumbar rugieron y corrieron salvajemente emocionados, como estampida de elefantes yendo a la guerra. Tal parecía que no les importaba que su presa supiera que iban tras de él, confiaban que lo cazarían muy pronto. Mientras tanto, la pobre chica se dolía en su corazón. Estrujándoselo ante su impotencia por no poder ni defenderse ella misma. El anciano se sentó por la pesades de su edad con ella a su lado a la espera de recibir al ganador. Las ogras la fulminaban con la mirada diciendo que su padre, el anciano Negoogunogumbar, era un desconsiderado en crear tanto ruido por la mano de una desconocida antes que premiar con la mano de una de ellas.
—Yo soy tan bella como lo fue nuestra madre—susurro una a su hermana.
—Y yo tan trabajadora como lo fue en vida—susurro la otra—. Soy la que siempre le hace de comer.
—Si, yo también limpio la choza y le reparo sus prendas para que vista bien—añadió la otra.
El anciano ogro estaba perdido en la espera del ganador, y su sordera no lo dejaba oír las quejas de sus hijas. La chica volteo a mirar en todos lados. Solo quedaban ella, los niños enjaulados, el viejo con sus hijas y el ogro amarrado que secuestro a Hor…y hasta el muy fondo, deslizándose por las sombras, estaba Hor.
El joven necher merodeaba en las tiendas buscando una lanza decente y alguna cierra para romper los barrotes de madera. Camino sigilosamente fuera de la vista del ogro amarrado y le hizo señales de silencio a los niños que se sorprendieron de verlo. Volvió a cruzar miradas a distancia con ella y le alzo el pulgar con una sonrisa cómplice. Las ogras no notaron el alivio de la chica por seguir quejándose.
—Volviste—dijo emocionada la hermanita de hace rato.
Hor les hizo la seña de guardar silencio y señalo al ogro atado que seguía agitándose desde su lugar para liberarse. Ella dijo que de todas formas no podía hacer nada, pero su hermano le advirtió que el riesgo eran los ogros que estaban con la chica. Hor se acercó por detrás fuera de la vista de los ogros y los niños se acomodaron de forma que lo ocultaran.
—¿Qué haces? ¿porque no huiste? —le reprocho el hermano mayor y Hor lo miro con obviedad.
—Porqué soy muy compasivo como para sacrificarme por malcriados—respondió y comenzó a raspar un barrote con la cierra que robo, e hizo un leve ruido que fue sonando más fuerte mientras más profundo cortaba.
—Vas en contra de la voluntad de los dioses.
Hor se detuvo.
—Si estamos en contra de ellos, que el castigo caiga sobre mí.
Ninguno entiendo, pero el hermano mayor le ayudo a cortar para apurarse. El ogro atado dejo de forcejear y giro su cabeza a la jaula, intimidando a los niños con su amenazadora mirada sangrienta. Se detuvieron, incluidos Hor y el mayor, expectantes del drástico comportamiento de él. Los fulmino con los ojos entrecerrados como sabiendo lo que estaban tramando y retomo su frenesí con mayor intensidad queriendo llamar a los demás. Se retorcía como animal rabioso y balbuceaba asquerosamente. Entonces prosiguieron a cortar los barrotes. Las ogras reclamaron los ruidos del ogro y antes que se movieran a callarlo, la chica las detuvo.
—¡Querido y sabio anciano! —llamo la chica para llamar la atención del anciano y molestar a sus hijas— ¿Qué pasaría si el ogro ganador sea otro mentiroso? O peor aún ¿Qué me trate muy mal, me hiera y dañe mi belleza?
El anciano se sorprendió y hablo con tono consolador.
—No diga eso hermosa doncella, usted es un premio invaluable. Ningún cazador sería tan tonto como para dañar la piel de su presa. Su belleza será inmortalizada con el mayor cuidado que pueda existir—dijo el anciano con elocuencia.
La chica sintió un escalofrío atroz recorrer su cuerpo, pero se contuvo y prosiguió con dulzura y delicadez tras ganar la atención de las ogras.
—Pero no soy tan hermosa como para merecer tanta vanagloria.
—¡Patrañas! Su belleza es comparable a la de una estrella. Que digo estrella ¡Al mismo sol!
—Querido anciano ¿es que acaso soy la cosa más bella que ha contemplado en la vida?
—¡Por supuesto que sí! —refuto y sus hijas se enfurecieron.
—¿Entonces soy yo acaso lo más deseable que jamás ha tenido usted?
—¡Desde luego que sí! —confeso para el coraje de sus hijas.
—¿Y porque me está regalando a esos ogros cuando usted mismo me ha ganado?
—Porque te tendría cariño con el pasar del tiempo y ya no te vería como una presa—confeso cabizbajo.
—¡Oh! Que tristeza, porque ya estaba comenzando a tenerle cariño—mintió fingiendo tristeza—. Qué lástima que nos tengamos que separar ¿sabe? Hace mucho que extraño a mi padre, y usted me recuerda mucho a él. Y cuando me robo, creí que me haría su hija—dicho eso las ogras gruñeron entre dientes—. Cuando estaba con mi padre, yo lo cuidaba día y noche, le preparaba sus comidas, lavaba su ropa y, cuando se sentía mal, le tocaba las canciones que tanto le alegraban. Pero usted no es mi padre, y yo no soy su hija…quizás, el ogro que me gane…
—¡Basta! —le rogo el anciano—¡No me hagas retratarme!
—¡Ni se te ocurra, viejo! —advirtió una de sus hijas—. O yo misma la matare.
—¡Hija mía! —exclamo indignado—. No oses de romper las reglas. Solo el que traiga la mejor presa tiene derecho a poseer el premio. No seas como aquel Negoogunogumbar de allá.
—¡Pues danos a nosotras de premio! —reclamo la otra—. Al fin que somos MUCHO más valiosas que esa escoria.
El anciano las miro con los ojos entrecerrados.
—¿Como creen que se vallan a tomar los demás Negoogunogumbar esa bajeza? —les respondió sin titubear. Las ogras bramaron rabiosas y antes que pusieran una mano sobre la chica, su padre se interpuso—. ¡Si la quieren, se la deben ganar! Vallan tras la presa como todos los demás. Que, de todas formas, la chica ya dijo que de mi lado no se va.
Sus hijas se vieron entre ellas y luego salieron corriendo sin esperanzas de ganarle a los demás, pero también con el anhelo de que ningún macho tuviera la posibilidad. El anciano negó con la cabeza y la chica puso su mano sobre su enorme y gastado hombro con calidez. Miro de reojo atrás para guiñarle el ojo a Hor a lo lejos. Sin embargo, el ogro atado siguió luchando como si su vida dependiera de eso.
Cansado luego de apenas haber hecho un corte y al fin libres de la vista de esas ogras, Hor corrió a la higuera por una vara prendida. Quemo la madera que sostenían el seguro de hierro y corto con mayor rapidez. La chica alcanzo a escuchar el ruido y para disimularlos le narro al viejo ogro sobre las canciones que entonaba para su padre, persuadiéndolo a escucharla. El viejo ogro cedió encantado y ella canto con una voz tan armoniosa y bella que el miedo del ambiente se disolvió con su calidez.
Cuando Hor casi termino de cortar, dio una patada y la madera se rompió. Los niños dudaron de salir cuando les abrió la puerta ¿Qué les daba seguridad de que no los volverían a atrapar? Entonces Hor le extendió la mano a la hermanita y ella la tomo sin titubear jalando con la otra a su hermano. El necher se puso delante del ogro que lo secuestro con una mirada retadora. No. Una mirada autoritaria. Con una pesades que pocos seres tenían, la de estarte viendo como escoria insignificante bajo el pie. El ogro se detuvo incrédulo de la indiferencia de Hor mientras los niños tomaban confianza de salir detrás de él.
Acto seguido, les dio antorchas y armas a cada niño y les señalo la ruta hacia Nuri.
—¿Tu no vendrás? —le pregunto la niña sin soltar su mano cuando llegaron al camino que les señalo.
—No, debo asegurarme de que los ogros me sigan cazando—dijo y los niños se compadecieron—. Además, aun debo salvarla.
Comenzaron a llorarle que se fuera con ellos, que se sentían más seguros a su lado, que tenían miedo. Entonces Hor se dirigió a el hermano mayor y con una mano en su hombro le dejo a cargo del grupo. El niño no pudo alzar la mirada ante él. No se sentía como si un niño le estuviera delegando un juego o una travesura, se sentía como si un rey le estuviera depositando el liderazgo de una ciudad ¿Quién era realmente Hor? ¿acaso…era un enviado de los dioses? Eso jamos lo sabrían en sus vidas, porque Hor se despidió de ellos y regreso a terminar el trabajo.
Una vez seguro de que los niños estuvieran lejos rumbo a Nuri, algunos halcones volaron sobre ellos. Señal de que quizás Meruel escucho a Hor. Primero fue con el ogro atado con la intención de eliminar testigos. El Negoogunogumbar ahora luchaba por su vulnerabilidad mezclada con resentimiento contra Hor.
—Tenías razón—le dijo Hor con presunción—. Soy un mentiroso. Y sabes en que también tenías razón…no soy un humano. Pero tampoco soy inferior a ti—confeso antes la lanza en su cuello sin piedad.
Las gotas de sangre que escurrían sobre la lanza solo le recordaron a Hor las que el derramo ante todos esos monstruos que lo cazaban en Kemet. El día que regresara a su tierra de origen, haría pagar al maldito que lo hizo sangrar mucho junto con todo el daño que le causo a tantos seres inocentes. Y jamás permitiría que siguieran las masacres. Lo juraba por su padre Atum.
Se volvió a donde la chica mantenía encantado al viejo con su canto armonioso. El viejo ogro estaba tan hipnotizado, que jamás supo en qué momento Hor lo noqueo y callo de frente inconsciente. La chica soltó la última estrofa casi de un grito cuando paso eso. Hor se disculpó muy apenado mientras ratificaba que el ogro estuviera inconsciente.
—¿Y los niños? —pregunto preocupada buscándolos con la mirada.
—Van camino a Nuri, si te das prisa podrás alcanzarlos—dijo Hor acomodando la lanza en manos del anciano ogro.
—¿Cómo que podre? ¿Qué hay de ti? —cuestiono mirándolo con preocupación.
—Debo distraerlos hasta el amanecer para darles tiempo suficiente de escapar—termino de acomodar la lanza—. Listo. Pensaran que lo mato por algún motivo razonable. Y si lo acomodamos, pensaran que se quedó dormido esperando. Lo bueno es que es un anciano, se puede creer este tipo de cosas.
—¿Y cómo justificas que escaparon los niños…o yo?
—Bueno—dijo con la mano en la barbilla—, descartando que “yo estoy huyendo al este” y que tú te quedaste con ellos.
—Ah. La culpa es mía—señalo con los ojos entrecerrados.
—Para cuando se den cuenta ya estarás a salvo con los niños—afirmo Hor sin inmutarse.
Cuando terminaron de acomodar al ogro, que la chica hizo el mayor esfuerzo debido a que Hor estaba muy flácido, ella tomo a Hor de sorpresa para examinar sus daños. Lo examinó con un cuidado y cariño que recibió contadas veces. Lo tanteaba para comprobar donde le dolía y que tan grave estaba. Y lo miraba con una profundidad que atravesaba su corazón y alma. Hor se zafo estoico.
—Deberías irte ya—ordeno Hor acomodándose la capa—. No tardan en saber que los engañe.
—Olvídalo.
—No es una opción. Si fracaso alguien tiene que protegerlos.
—Lo ves, ni tú crees lograrlo.
Hor apretó la mandíbula y entrecerró sus ojos. Era verdad que se estaba debilitando y que aun no sabia como enfrentar a los ogros por tanto tiempo. Si les revelaba su verdadera identidad los ogros lo respetarían, pero en cambio irían de vuelta por los niños. Quedaban al menos seis horas para el amanecer y lo suficiente para que los niños llegaran a salvo.
—¿Y de que me vas a servir tu? Al menos que sepas algo más que cantar bonito y hacerte la indefensa, eres inútil—hablo con dureza. Ella hablando su semblante sorprendida y a la vez dolida de las palabras tan secas de Hor. El tomo una nueva lanza y paso junto a ella sin mirarla—. Ellos te necesitan más que yo—y se fue al oeste sin decir más.
Hor no solía ser espero con las hembras, al contrario, les tenia mucho respecto. Pero las circunstancias no le dejaban de otra. Si su teoría de que no era humana era cierta, los niños estarían bajo el cuidado de un espíritu o ser de instinto maternal. Su tacto y mirada la delataban, similar al instinto de sus nanas. Si se quedaba con él, los ogros se volverían locos al verla y arruinaría su mentira. Y…Hor ya no deseaba involucrar a más personas en su camino.
El frio de la noche mezclado con el silencio del viento era mal augurio. Los Negoogunogumbar estaban muy callados, demasiado callados. Por su tamaño escatimaba que debían estar en un radio de diez kilómetros a lo máximo. Antes de regresar al campamento cuando tuvo tiempo de escapar, Hor dejo huellas falsas para distraerlos, e incluso dejo un trozo de su ropa colgado en una gruta para fingir que fue por allí. Su ventaja era que creyeran que seguía huyendo. Su desventaja, era que el debía ir si o si por esa ruta para llegar a la cuarta catarata. Solo debía rebasar a los ogros justo a la salida del sol y lo dejarían libre.
Cuando vivía en Kemet, cruzar el desierto era enfrentar serpientes gigantes y cruzar el rio era luchar contra cocodrilos colosales. Los Negoogunogumbar eran más pequeños, lentos y tontos, y estaban fuera de su habitad natural. Descubrió unos ancianos descansando sentados junto a unas rocas. Se alejo sigilosamente por otra vía. Entro a una gruta y a unos metros estaban unas ogras refunfuñando que no lo hallaban. Regreso por su camino y otros mas fortachones pasaban junto a la entrada. Se escabullo por las sombras y choco contra la espalda de uno que estaba comiéndose una zorra, y antes que lo notara se escondió detrás de el cuando este se giraba para ver lo que le toco. Se fugo cuando una ogra lo distrajo y se adentró por el siguiente muro hasta perderse.
Llego a otro pasadizo y cuando escucho unos pasos venir del fondo, se regreso a la entrada, pero luego escucho pasos de allí y supo que estaba atrapado. Sin pensarlo dos veces, trepo en zigzag por los muros, tomando impulso de sus pies y lanzándose de un muro al otro hasta clavar la lanza en el borde justo a tiempo. Una pareja de ogros se topo con un grupo de jóvenes debajo de Hor. Hablaron sobre como los ogros más fuertes los habían regresado amenazantemente, pero que no volvían al campamento para que el anciano líder no los regañara. También comentaron que las ogras se la pasaban entorpeciendo las pistas, como si no desearan que ellos ganaran.
Era un alivio. Su orgullo no los dejaba volver hasta que los mas fuertes se rindieran. Entonces debería mantenerlos ocupados. Yéndose los ogros, Hor intento trepar con cuidado. Arriba estaba fuera de peligro y los ogros jamás se imaginarían donde estaba. Desde allí ubico todos los ogros que solo estaban matando tiempo antes de volver. Salto de risco a barranco. Vio algunos ogros cazar, charlar y comer animales crudos.
Entre sus viajes y vigilias, Hor tardo un par de horas. Los ogros más fuertes no volvían, él había ganado la cacería al burlar a los Negoogunogumbar. O eso pensó el, hasta que un grupo de estos, los más toscos y grandes, llegaran a los pies del monte donde estaba y llamaran a los que estaban esperándolos. Hor se acerco al borde sin arrimar mucho su cabeza para evitar que alguno lo viera.
—¡Ese mocoso no está! —reclamo uno dando pasos fuertes cuando los ogros se agruparon. Estos quedaron incrédulos y alegaron—¡Lo buscamos por todos lados y no encontramos ni sus sobras!
Replicaron que eso era imposible, para ellos Hor era demasiado débil y lento como para habérseles escapado. Buscaron en cada sombra, cada esquina y cada cruce. Y jamás sospecharon que Hor se escondía arriba de ellos. Los machos entraron en pánico, maldiciendo que su oportunidad de tener a la hermosa bailarina desapareció. Las ogras en cambio estaban aliviadas y hasta burlándose, diciendo que era su castigo por despreciarlas.
—¿Cómo sabemos que algunas de ustedes no lo escondieron o devoraron para que ninguno de nosotros ganara? —incrimino uno mirándolas con desdén.
Los demás ogros se convencieron de la idea y surgió una nueva disputa. Hor se alivio de haber mandado lejos a esa chica, porque esos ogros no parecía que la desearan para cosas buenas. Se sentía como ver un drama callejero de atrapando infieles, de esos que no sabias si reírte o alejarte antes de terminar por accidente en el pleito. Discutieron mucho rato hasta que se hartaron y ellas dijeron que volverían al campamento convencidas de que era una estupidez seguir pelando.
¡Eso no!
Hor entro en pánico. Faltaban cuatro horas para el amanecer, los niños no deberían estar ni a la mitad del camino. Ni lo pensó. Corrió al a un kilómetro de distancia de los ogros y desde allá grito para abajo tan fuerte que casi queda sin aire.
—¡OGROS TONTOS! ¡JAMAS ME ATRAPARAN!
Lo escucharon. Se miraron confundidos. Meditaron. Y fueron como jauría al origen del grito. Hor huyo al extremo de la meseta donde alcanzo a saltar a la siguiente, luego a la otra y volvió a gritar. Y repitió la acción en varias zonas hasta volver locos a los ogros. Su plan marcho a la perfección por hora y media, gritando en diferentes zonas cada cierto tiempo para desorientarlos.
Hubiera ido más lejos de no ser porque los montes terminaban hasta cierto punto del desierto. Hasta que un ogro lo vio en uno de sus saltos y sin delatarlo con los demás, trepo a donde Hor se mantenía escondido. Hor estaba descansando sentando con la lanza acostada a si lado cuando el ogro lo encontró. Rio tenebrosamente llamando la atención del necher, quien giro la cabeza para verlo con cuidado. El ogro se lanzo sobre el y Hor alzo la lanza para clavársela con su mismo peso por la garganta. El ogro cayo muerto de lado y saco la lanza.
Para su desgracia, otros Negoogunogumbars habían visto al ogro trepar y lo imitaron. Contemplaron la escena sin poder creer la hazaña del niño y soltaron gritos de rabia que alerto a los demás. Su plan se fue al demonio. Escapo sin disimular sus habilidades para evadir a los ogros cuando estos casi lo atrapaban. Otros ogros y ogras fueron trepando por sus vías de escape acorralándolo a la zona centro.
Entre sentir miedo a sentir rabia, Hor se inclinaba por la segunda. Rabia por ser más débil que esos tontos y salvajes ogros. Aceptaba ser vencido por Ajebyus o Petesuscos, eran seres casi tan peligrosos como los nechers. Aceptaba ser vencido por los cazadores del rey, eran nechers veteranos de guerra. Y aceptaba tenerle miedo al sanguinario de ayer, su mera mirada denoto su extremo poder y letalidad. Lo que no aceptaba y jamás aceptaría, era ser vencido por especies inferiores ¡Qué vergüenza!
Salto sobre unos y esquivo a otros, saliendo los monstruos de todos lados y sin perdonar a los que tenían de lado. Se empujaban o jalaban unos a otros. Lo llevaron hasta el único hueco que tenia de salida y al saltar, una mano de abajo lo tomo de una pierna y la jalo. Quedo colgando de su pierna punzando al ogro con la lanza para que lo soltara. Otro ogro le rompió la lanza y jalo del brazo. Una nueva mano lo jalo de la otra pierna y con la otra empujar a los otros.
Como una bandada de buitres sobre un cadáver, así los ogros llegaron para disputar a Hor. Su brusquedad le safo una de sus piernas y su torpeza rompió una de sus costillas. Con sus garras y dientes herían a sus contrincantes hasta sangrarlos. Y Hor no podía ni gritar del dolor, o si acaso lo hizo, no se escucho por las maldiciones de ellos. Lo ahogaron en oscuridad y olor a muerte.
Ni decir karma bastaría para maldecir lo que vivía. Para los ogros era una muestra de honor y orgullo, para Hor era un sacrificio que le arrebato su honor y orgullo. Pero al menos…había demostrado su valentía.
Un eco metálico traspaso los muros de ogros. Sutil pero potente. Era como el de un instrumento de percusión, una pandereta o un sonajero. El son de música debuto al ritmo de un baile rapido y vivaz. Un sonido que penetro la mente y corazón de las bestias Negoogunogumbars con tanta facilidad que los tomo sin prevenirlo. Empezaron a pelear con sincronía como si de una coreografía de teatro se tratara. Pasando de pelear a bailar unánimes en una danza ensayada, e iluminando a Hor nuevamente tras dispersase.
Hor creyó que el dolor de sus facturas junto con su previo ahogamiento mortal le había afectado su cabeza, pues los ogros que antes peleaban por él, estaban bailando no con el salvajismo de antes, sino con entendimiento. Las ogras antes repudiadas eran perseguidas por sus parejas, y los solteros se cortejaban plenamente enamorados.
¿Qué espeluznante y armonioso show era ese?
Dejaron en el piso a Hor de la misma forma que un juguete roto y bailaron el resto de la noche con un gozo en sus almas que jamás podrían explicar.
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