
No lo quiso hacer con malicia.
Le debía muchas respuestas a ella ¿Por qué se le hacía tan difícil explicarle? Son duales, tarde o temprano debían encararse por las buenas o por las malas. Incluso ya tenía una hija monstruo.
—Padre Atum—se detuvo de golpe—. No creo que a la abuela Tefnut le agrade Ammyt como tátara nieta.
El pasillo era iluminado por las lámparas de fuego líquido que se expandía a lo largo con varias puertas dobles distanciadas a kilómetros entre ellas. Anpu conocía los pasillos como la palma de su mano, sabía que había detrás de cada puerta. Los muros del estaban hechos del mismo material que la herrería, pero en vez de musgo tenía enredaderas.
En el camino saludo a unas Aj-Sa de toros negros y chacales que le reverenciaban con respecto. Estos cargaban con cestas de comida y prendas de ropa. Todos vestían shentis blancos con cinturones de tela negros. En sus cabezas portaban nemes blancos, un tocado de tela plisada que cubría sus cabezas animales. Los toros eran muy altos y corpulentos, y los chacales de esta estatura promedio y flacos, igual que Anpu.
A diferencia de sus amos los Nechers que solo optaban una forma teriomorfa, los Aj-Sa eran animales antropomórficos. Y es que para que un Aj-Sa tuviera derecho de humanizar mas su aspecto, debían tener el consentimiento de su amo tanto por estatus ganado como por antojo de este.
—Gusto en verlo, my lord—le dejo un chacal inclinándose a el cuándo se lo topo—. Justo estábamos por llevarle las nuevas vendas y alcoholes que llegaron esta noche.
—¿El heraldo sigue aquí? —le pregunto Anpu apresurado.
—Si, my lord.
—Perfecto—exclamo emocionado y se fue a toda prisa, pero se detuvo unos segundos para dejar indicaciones—. Nadie entre a mi almacén hasta que yo diga, guarden las cosas en mi taller—dijo y se fue.
Los chacales se vieron entre ellos confundidos.
—¿Por qué luce como humano? —pregunto uno.
—De seguro se trata de uno de sus experimentos—dijo otro.
—Sera mejor evitarnos problemas. Vamos—sugirió el líder y se retiraron.
Anpu al final del pasillo entro a un salón con columnas majestuosas decoradas con detalles de flores de loto y papiros. Rodeado de arcos con cortinas de hojas y un techo colosal. En ese lugar circulaban los Aj-Sa recogiendo cajas de madera, jarrones y cestas para llevarlos a diferentes puntos y salidas. En medio del grupo, estaban unos enanos no mayores de un metro con shentis de cuero y casquetes en sus cabezas. Estos eran Patecos, y no eran horrendos ni mucho menos aterradores como los demonios que enfrentaron en el día.
Tomando lista de las cosas entregadas y dando órdenes a los patecos, estaba un Aj-Sa toro muy diferente a los demás. Era blanco y vestía un shenti blanco con un cinturón que combinaba tres telas, una roja, otra azul y dorado. Portaba joyería con esos mismos colores con un collar grueso y pulseras altas. Su neme era azul y sobre la frente, estaba un detalle de cuernos dorados con un disco rojo en medio. Era el heraldo del maestro y jefe de los patecos.
Anpu tomo valor rogando a su creador que le diera fuerzas para asumir el riesgo. Las visitas del heraldo eran bastante normales, en ocasiones era Anpu quien lo recibía anticipadamente solo para hacerle pedidos “relevantes”. Sin embargo, las circunstancias de esa noche eran críticas.
Mientras lo saludaban los Aj-Sa que cruzaban a su lado, el formulaba su escusa. Llegando a la mitad de su camino alentó su paso, pues el heraldo no estaba solo. A su lado estaba un necher adulto que simulaba una edad alrededor de los treinta años, más o menos. Usaba un sudario, una bata blanca que cubría su cuerpo por completo. Su piel era verde y era tan alto como los toros, pero se mantenía en su forma humana. Su menat era de pedrería verde, azul, roja y dorada, y no usaba tocado.
Por supuesto que el estaría allí. Si Anpu no recibía al heraldo lo hacia él personalmente. Ninguno de los dos lo habían visto, estaba a tiempo de retirare. Estuvo por darse la vuelta de no ser que recordó la urgencia que tenía por conseguir la llave. Input no podía permanecer mucho tiempo en el Duat y mucho menos ser descubierta. Apretó los puños y se enderezo. Si ya de por si en su forma canina no se sentía seguro, en esa tan humana menos. Que Maat lo perdonara por las mentiras que estaba a punto de decir ante dos autoridades del orden cósmico.
“Todos los anocheceres salgo de la fortaleza para recolectar almas rescatables” pensó para sí mientras caminaba. “Diré que vengo de una normal, pero que tuve un incidente con los demonios”.
Y antes de que terminara de calmar sus nervios y crear su escusa. El necher lo vio y llamo su atención llena de sorpresa y curiosidad. Su cabello era negro y sus acciones eran similares a las de Anpu. Lucia agotado, con ojeras. Pero su presencia se sentía enérgica y viva. Era Asir, su tío y padre de Hor.
—¿Anpu? —cuestiono el con su voz serena y cansada— ¿Qué estás haciendo aquí tan pronto? Te fuiste apenas ayer ¿paso algo en Kush?
Y así, Anpu deseo que los demonios se lo tragaran. Por qué no considero que se suponía que ayer pidió permiso para pasar la semana con su mama y ver como estaban los demás ¿Cómo iba a explicarles que volvió al Duat por culpa de Input luego de abandonar por accidente a Hor en medio de Kush tras ser perseguidos por cazadores de Kemet?
¿Cómo explicaría que le urge quitarse la cadena porque dejo a Hor solo sin mencionar que rompió la regla de jamás traer vivos al Duat? Como lo hizo con Input.
—Buen noche, lord Anpu—le saludo el heraldo con una reverencia impecable. Tenía una voz formal y dominante, coordinada con su aspecto único y divino por sobre el de los otros toros— ¿Qué le parecieron los pedidos que trajimos? ¿cumplen con lo solicitado?
—¿Los pedidos? ¡Ah! Si—mintió luego de recordar—. Muchas gracias.
El heraldo sonrió.
—Es un placer que el trabajo de mi amo sea tan apreciado—dijo con orgullo como si se tratara de él.
—Todo lo hecho por el maestro es digno de aprecio—dijo Asir mantenido el tono formal—. Envele nuestros agradecimientos por los suministros y herramientas enviadas, Sir Hepu.
—A sus órdenes, my lord —respondió Hepu, el heraldo, con una reverencia—. Si no hay otro pedido para mañana. Nos retiramos ¡Patecos, retírense!
Los patecos obedecieron ordenadamente y sin objeción. Al haber entregado ya todos los pedidos, sus manos estaban libres y sin pendientes. Formaron una fila y encaminaron hacia una doble puerta abierta del otro lado del salón. Esta puerta era de metal con detalles de enanos, serpientes, peces y toros. Del otro lado de la puerta era mera oscuridad, similar a la de Sokar. Ese tipo de puertas solo eran abiertas por el maestro para movilizar a sus siervos de sus terrenos a los demás lugares de Kemet.
Anpu en el pasado, cuando recién empezaba con su don, trato de abrir puertas a ese lugar, a las propiedades del maestro. Pocos Nechers lo conocían, o al menos una parte. Se decía que era una dimensión privada donde la creatividad del maestro no tenia límites. Anpu quería curiosear los secretos de ese lugar. Sin embargo, aunque podía materializar las puertas como las del Duat, no podía abrirlas. Había accesos prohibidos para él, y los del maestro eran parte de estos. Y si algún chistosito intentaba cruzar la puerta especial del maestro sin su permiso…que los Camefis se apiaden.
—Disculpen la demora—dijo Sokar apareciendo de entre las sombras con naturalidad y asuntando a todos los presentes. Anpu brinco del susto— ¿porque brincas muchacho?
—¿Qué hace usted aquí? —cuestiono Anpu.
—No me faltes el respeto luego de cómo te estoy ayudando—recrimino Sokar ofendido.
—Ah, Lord Sokar—dijo acompañado de una reverencia el heraldo—. El maestro me ordeno irle a dar la vuelta, pero usted se me adelanto.
—El sistema de seguridad tuvo un retraso de tres segundos en activarse—comento Sokar—. Creo que se debe a una pieza de engranaje que falta de lubricación. Mañana que vengan los patecos a dar mantenimiento.
Hepu asintió y tomo nota. Asir rodeo a estos dos mientras conversaban para acercarse a Anpu y examinarlo de cerca.
—Dime que paso—le pidió con su voz ligeramente preocupada— ¿Por qué luces como si vinieras de una pelea?
Anpu quedo tieso de los nervios, tratar de engañar a su tío seria en balde. Lo conocía desde niño, lo crio en su adolescencia. Jugo con sus dedos entrelazados buscando disimular sus secretos…al menos enfrente de Hepu. Ya después le explicaría en confianza a Asir.
—¿Ya le dijiste de la llave? —los interrumpió Sokar.
Anpu le lanzo una mirada letal.
—¿Qué llave? —cuestión Asir con incertidumbre.
—¿Qué no ves Asir? —le señalo Sokar y mintió—. Tu sobrino tuvo un accidente con una cadena del maestro que rescate de los demonios que vagan en mis túneles ¿de cuando acá le gusta usar su forma humana a ese chacal?
Todos vieron el pie de Anpu donde seguía el grillete.
—¿Cómo paso eso? —pregunto Asir.
Sokar le lanzo una mirada seria al joven necher, como tratando de decirle que ponga de su parte.
—Es que yo…yo…Hor…Hor quería un arma de regalo ¡Si! —mintió Anpu—. Ya saben, por que se acerca su circuncisión. Entonces me di una vuelta rápida a la herrería de Sokar para ver si se prestaba a hacerla…y entre malos pasos, me paso esto—dijo esto ultimo apenado mientras alzaba su pie—. Por favor, no pregunte.
Asir no disimulo su mirada de desacuerdo con ambos y algo más…duda. Hepu se inclino a la altura del pie de Anpu y examino el grillete. Sus ojos se fijaron en las inscripciones del metal. Esa mirada no se sentía de él. No. Esa mirada trasmitía la presencia de alguien más, de alguien que reconocía y sabia perfectamente todo sobre esa pieza. Pero Hepu no era un Aj-Sa herrero y mucho menos artesano, el solo era el heraldo del maestro. El intermediario entre él y los demás nechers y seres.
—Hepu ¿el maestro podría entregarle una nueva llave para liberarse? —le pidió Sokar al heraldo—. El tonto apenas si sobrevive en estado divino, a este paso se desintegrará su Dyet.
Hepu volvió a su posición con las manos detrás de su espalda y un semblante lleno de una autoridad intimidante.
—El maestro, ya sabe que llave necesita—dijo Hepu mirándolo con firmeza. Espero a que todos los patecos cruzaron la puerta y entro al final. Antes de dar el paso final para sumirse en la oscuridad, les dijo—. Hasta mañana—y las puertas se cerraron tras de el para desaparecer en una nube de sombras.
Anpu bajo su pie cansado de tenerlo alzado, aun temblando de los nervios ¿habrá sospchado algo? ¿tendrá algún hechizo que le permita saber la verdad del paradero de sus inventos? Estaba muy paranoico.
—Aunque sea solo un títere, ese toro logra trasmitir la presencia del maestro—confeso Sokar. Los otros asintieron—. Ahora sí—dijo cambiando de tema—. Asir, el muchacho tiene algo que contarte—soltó sin escrúpulos.
Asir miro a Anpu. Anpu miro a Sokar. Sokar miro a Asir.
***
—¡¿Trajiste a tu hermana?! —replico Asir inquieto.
La habitación privada de Asir se sentía diminuta por el impacto tan grande que su tío sufría. Anpu le tuvo que contar toda la verdad, salvo la parte de la persecución de Kush por le momento. Sokar estaba sentado en un escritorio de madera hojeando los informes de cosechas y fertilidad.
—Fue un accidente—intento defenderse Anpu—. Tío, si hubieras estado en mi lugar entenderías que reaccione bajo presión.
—Lo sé—dijo Asir sobándose la frente—. El problema es que los Camefis no aceptan escusas y lo sabes, en especial el maestro. Si descubre que rompiste la regla…
—Me sancionara mi don—complemento el cruzando los brazos—. Soy consciente de eso.
—Excepto bajo presión—remarco Sokar desde su lugar.
—¿Me puede explicar porque esta aquí? —le cuestiono Anpu.
—¿Yo? Ignórame, solo soy un viejo saco de huesos polvorientos—declaro anotando algo en una hoja de trabajo.
Anpu se apeno ante la indirecta de Sokar. Fuera de las jugarretas que se la paso dándole esa noche, el viejo necher solo estaba ayudándolo con su torpeza y Input.
—Discúlpeme—pidió cabizbaja, a lo que Sokar barrio con una mano dándole igual.
—Descuida, muchacho. Si lo soy. Cuando llegues a mis millones muchas cosas dejaran de importante.
—¿Dónde esta ahora? —volvió al tema Asir.
—En mi bodega de restos de almas incompletas—confeso Anpu.
—Muy bien—dijo y se sentó en el borde del escritorio con una mano en la quijada—. Mañana, apenas te entreguen la llave y seas libre, la llevaras a un lugar seguro.
—¿Pero a dónde? Ella huyo de Kemet igual que nosotros. No puedo llevarla de regreso allí para que mi padre le encontré y la castigue.
—Pues llévala con tu madre—sugirió Asir con mucha seguridad. Ignorando la otra verdad de la situación—. Nebet-Het estará contenta de reencontrarse con su hija.
Anpu estuvo limitando la historia porque sabía que ambos nechers perderían la paz. La vida de Hor. La seguridad de Tasenet, su tía y su madre. Los daños al tratado de paz entre Kemet y Kush.
—Hay algo más que debo contarles—soltó Anpu. Los adultos se centraron en él, expectantes a lo que fuera a revelarles—. Hay problemas en Kush.
Soltó todo lo que sabia, y tanto su tío como Sokar dejaron de lado su autocontrol y calma.
—¡Ves, Asir! —le señalo Sokar a Asir—. Y tú me decías exagerado por haberme robado las armas. Te dije que esos tontos tarde o temprano nos llevarían a la guerra interracial.
Pero Asir solo tenía en mente una preocupación: su esposa e hijos.
10Please respect copyright.PENANAsL9ztiKdTl
10Please respect copyright.PENANA0b14QBirkL
10Please respect copyright.PENANAhbMkilPpJl
10Please respect copyright.PENANATc435tY61U
10Please respect copyright.PENANArq2OrJ9ghD
10Please respect copyright.PENANAz1pdAOGQpf