Es un día tranquilo en el restaurante, el sol se filtra a través de las ventanas, iluminando las mesas de madera rústica. Madison, con su bicicleta estacionada afuera, entra al local por primera vez. El lugar tiene una atmósfera acogedora pero algo anticuada.
Ella siente la mirada de algunos empleados, pero no le importa. Está allí para comenzar su nueva vida, alejada del bullicio y las complicaciones de su pasado. Caminando hacia el casillero que le asignaron, se siente algo nervioso, como si todo el pueblo estuviera observando cada uno de sus pasos. Cuando abre la puerta de su casillero un chico se cruza en su camino, inesperadamente.
Ethan Blake
la observa desde la entrada con una sonrisa medio desafiante, pero con curiosidad.
Tiene el aire de alguien que no se deja impresionar fácilmente, pero hay algo en su mirada que delata que está evaluando a Madison.
"_Debe ser la chica nueva..." dice con voz grave y ligeramente burlona.
Olivia se dirige a Madison, observándola con atención, mientras comienza a hacer lo mismo que Sofía. En voz baja, murmura algo para sí misma, pero lo suficientemente fuerte para que Sofía y Madison lo escuchen.
_ "Parece que sí, aún sigue aquí."
Sofi se ríe entre dientes mientras empieza a preparar las mesas con rapidez, no sin antes lanzar una mirada burlona hacia Olivia.
_"Te dije que el lugar no se va a arreglar solo.
"Olivia, sin perder su concentración, comienza a acomodar una de las mesas con una velocidad eficiente, pero no puede evitar levantar la voz un poco, frustrada:
_"Todo lo tengo que hacer yo..."
Con un suspiro, se da vuelta y, de repente, se detiene en seco. Mira alrededor, buscando algo.
_ "¿Dónde está Miller?" grita, mirando a las dos chicas, como si fuera un asunto urgente.
Madison, sorprendida por la repentina exclamación de Olivia, se pregunta quién es Miller y qué importancia tiene en todo esto. Sofía parece no sorprenderse en absoluto por la actitud de Olivia y continúa trabajando, como si fuera algo de todos los días. Sofi, con una sonrisa traviesa, se encoge de hombros y responde sin mirarla directamente:
_"¿Miller? No sé, pero seguro que está... en su propio mundo.
Olivia, claramente molesta, empieza a caminar rápidamente hacia la cocina, murmurando algo entre dientes. Madison observa cómo Sofía, con una actitud relajada, se encarga de la situación mientras le lanza una mirada cómplice.
_"Lo bueno de este lugar es que nadie parece tomar las cosas demasiado en serio, aunque hay días... días pesados." Sofía dice, con un tono algo más grave, como si hubiera algo detrás de esas palabras que Madison aún no entiende del todo....
Ashley Miller:
El sonido de la alarma me arrancó de mi sueño como un rayo. Estaba tan cómoda en la cama, el calor de las cobijas envolviéndome... pero la realidad tocaba tan fuerte como siempre. Mi mano fue directamente al teléfono, apagué el sonido sin pensarlo, y caí de nuevo en ese estado difuso entre el sueño y la vigilia. Pero el destino no me iba a dejar dormir. La alarma volvió a sonar, esta vez más fuerte, más insistente. Uf, ¿por qué siempre me pasa esto? Me quejé en voz baja, luchando por abrir los ojos, pero no tenía tiempo.
"¡Mar Maldita!" Pensé mientras me levantaba de golpe. El reloj me miraba, tan cruel como siempre. "Voy a llegar tarde otra vez... al maldito restaurante", me dije, notando la presión que comenzaba a acumularse en mi pecho. Me levanté rápidamente, casi tropezando con el borde de la alfombra. El sueño ya se había ido, reemplazado por la urgencia.
Me dirigí al armario y tomé el uniforme del restaurante sin mirar demasiado. El vestido rosa con blanco, las medias largas blancas, el poloche blanco y el gorro con el nombre del restaurante. Me lo puse casi de manera automática. Mis manos se movían rápido, mi mente aún trataba de despertar. Mientras me vestía, me miré al espejo, observando mi reflejo. Era una chica simple, blanca, con el pelo ondulado que alguna vez fue hermoso... pero aquel maldito tinte barato lo había arruinado. Me quedé mirando mi cabello por un segundo, sintiendo cómo se rompía en mis dedos. Ojalá pudiera hacer algo al respecto, pero no había tiempo.
Me miré de nuevo. "Esto es lo que soy", pensé. No podía perder más tiempo en eso. Me calce las zapatillas y salí disparada de mi casa, cerrando la puerta con un golpe. Pero, como siempre, me olvidé de algo importante... ¡la llave de la bicicleta estaba adentro! Me detuve un segundo, frustrada, antes de maldecir en voz baja. No importaba. Ya no podía perder más tiempo.
El pueblo no era grande. Solo cuatro cuadras hasta el restaurante, pero aún así sentí que cada segundo contaba. Corrí sin pensarlo, las calles vacías bajo el cielo gris de la mañana. Mi respiración se aceleraba, pero sabía que tenía que llegar. Otra vez iba a ser tarde... como siempre...
La brisa de la mañana golpeaba mi cara mientras corría por las calles del pueblo, el sonido de mis pasos resonando en el pavimento. La sensación de estar a punto de perder el control me perseguía, como siempre. Cada vez que pensaba que podía tenerlo todo bajo control, la vida me recordaba que no era así. Llegar tarde al trabajo, una vez más. Era como una constante que no podía evitar.
El restaurante no estaba tan lejos, pero la presión me pesaba en los hombros. Todo el mundo en el pueblo parecía tener la vida resuelta, mientras yo me veía atrapado en esta rutina. Pensaba en lo que me había llevado hasta aquí, a este momento. Lo único que sabía con certeza es que no quería estar atrapada en un ciclo interminable de excusas y promesas rotas. Siempre me prometía que al día siguiente sería diferente, que encontraría una forma de hacerlo bien. Pero aquí estaba, corriendo a toda velocidad, con el cabello desordenado, la mente llena de pensamientos que no podía detener.
Llegué a la esquina donde estaba el restaurante, todavía un par de cuadras más adelante, y vi a través de la ventana a los pocos clientes que ya estaban entrando. La última vez que había llegado tarde, la dueña me había mirado con esa mezcla de cansancio y desaprobación que me hacía sentir como si estuviera fallando. De nuevo...
Corrí hacia el restaurante, finalmente llegando a la puerta. Al entrar, vía a Olivia junto a la barra. No dijo nada, solo se quedó allí, mirándome en silencio. La tensión en el aire era palpable, como si pudiera escuchar mi respiración acelerada por la carrera. Estaba acostumbrada a esa mirada de desaprobación, pero hoy era diferente. Sentía cómo cada segundo que pasaba allí me pesaba más. ¿Por qué no dijo nada? ¿Solo me iba a mirar? Me sentí como si estuviera esperando una reprimenda, pero Olivia solo suspir, giró sobre sus talones y se alejó, murmurando algo que no entendí. Me quedé allí, observando su figura alejarse, hasta que, finalmente, se desvaneció entre las mesas.
Me quité las zapatillas y corrí directo al vestuario. Necesitaba encontrar algo de normalidad en mi rutina, aunque solo fuera por un momento. Dejé mi bolso en el casillero, me cambié de inmediato y tomé el uniforme del restaurante, sabiendo que no podía perder más tiempo.
Subí rápidamente al área principal, con la cabeza llena de pensamientos que no dejaban de dar vueltas. No había dado ni un paso cuando Olivia apareció frente a mí, bandeja en mano, y me pasó una nota. Su voz, cargada de sarcasmo, cortó el aire.
—Mesa 7… para ayer —dijo con una sonrisa que me hizo sentir aún más pequeña.
Mis ojos recorrieron la nota rápidamente. ¿Mesa 7? ¿En serio? Miré la bandeja, pero no dije nada. Lo último que necesitaba era que Olivia me señalara
señalara más cosas de las que ya sentía sobre mi propia cabeza. Solo tomé la nota con rapidez y me dirigí a la cocina, sin siquiera devolverle la mirada.
No era la primera vez que me enfrentaba a su sarcasmo, ni sería la última. Solo tenía que seguir adelante, como siempre, con el ruido constante de la cocina y los murmullos de los demás empleados de fondo. No importaba cuánto quisiera quedarme en mi propio mundo, el trabajo siempre me esperaba.
Al llegar a la cocina, el calor y el bullicio me envolvieron inmediatamente. Las luces brillaban sobre las mesas de trabajo, y el sonido de los cuchillos cortando, los sartenes chisporroteando y las voces de los cocineros me dieron la bienvenida al caos que siempre me esperaba. Pero algo era diferente hoy. Via a Sofi, de pie cerca de la estación de preparación, con una sonrisa de esas que solo ella sabe dar, como si todo en su vida fuera perfecto. Junto a ella estaba Ethan, recargado sobre la mesa, con esa actitud que me sacaba de quicio.
Pero lo que más me llamó atención la era la chica que estaba con ellos. No la había visto antes. Olivia me había mencionado que llegaba una nueva, pero no esperaba encontrarla aquí, justo cuando menos lo necesitaba.
Sofi me vio primero y me sonó, como siempre. Ethan, como era de esperar, solo me miró con esa mezcla de desinterés y diversión que me ponía de los nervios.
—Hola, Ashley —dijo Sofi con su tono relajado, mientras Ethan levantaba la ceja.
Miré a la chica nueva y me preguntó si estaría nervioso o si simplemente aún no había tenido tiempo de comprender la realidad de trabajar en este restaurante.
—¿Eres la nueva? —le preguntó, intentando no sonar tan distante. Quería saber más, pero no estaba de humor para una conversación larga.
—¿Eres la nueva? —le preguntó, intentando no sonar tan distante. Quería saber más, pero no estaba de humor para una conversación larga.
—Sí —respondió algo incómodo, como si ya le hubieran hecho esa misma pregunta varias veces—. Soy Maddy —dijo, forzando una sonrisa.
—Soy Ashley —le respondió, devolviéndole una sonrisa sincera. A pesar de todo, se veía amable.
—Es la que suele llegar tarde —interrumpió Sofi con una sonrisa burlona, justo cuando empezaba a sentirme un poco más cómodo. Puse los ojos en blanco. Clásico de Sofía.
—Ya desayunaste? —preguntó Ethan, mirándome con esa cara suya de “yo sé lo que digo”.
—No tuve tiempo —le respondió con una sonrisa resignada, intentando quitarle peso a mi torpeza matutina.
—Ya sabes dónde hay comida —dijo con un tono tan doble que hasta la nueva debía notarlo.
—¡Qué asco, Ethan! ¿En serio? —soltó Sofi, dándole un golpe suave en el brazo.
Ethan solo se rió, levantando una ceja con esa sonrisa arrogante que lo caracterizaba.
—Ahí tienes tu sándwich —dijo, aún riéndose, señalando la bandeja que tenía lista.
Justo en ese instante, la puerta se abrió con fuerza. Olivia entró con ese tono ácido que usaba cuando quería dejar claro que tenía el control de todo.
— ¿Reunión sin mí? ¿De qué estamos hablando? —preguntó con sarcasmo, pasando la mirada por todos.
Luego me miró directamente.
—Miller, mesa 7 también quiere desayunar.
Ni siquiera me dio tiempo de responder. Ethan, como si ya lo esperara, me pasó el plato con el pedido sin dejar de sonreír. Yo dejé a un lado el sándwich y tomé la bandeja con firmeza.
Hora de trabajar, pensé. Como siempre.
El día transcurrió como uno esperando para el cuatro de julio: agitado, lleno de gente, platos que iban y venían, y el sonido constante de mezclas de conversaciones con risas, música y órdenes de cocina. El pueblo entero parecía haber volcado a las calles para celebrar, y, por supuesto, el restaurante no era la excepción. Fue un caos… pero un caos con ritmo. De esos que, cuando termina, te das cuenta de que estás empapada en sudor y con los pies adoloridos, pero aún respiras.
Ya cuando el bullicio empezó a calmarse y quedaban solo unos pocos clientes rezagados, nos sentamos a comer algo en la mesa de la cocina. Necesitábamos ese descanso como el aire. Olivia por fin nos dejó sentarnos sin quejarnos, lo cual ya era un milagro. Yo me senté junto a Sofi y Maddy. Ethan, como siempre, prefirió quedarse de pie, comiendo mientras se apoyaba despreocupadamente en la pared.
El silencio duró poco.
—¿Y qué te trae por aquí? —preguntó Sofi, rompiendo el momento mientras miraba a Maddy con curiosidad.
Maddy bebió un poco de agua, como para prepararse, y justo cuando iba a responder, Ethan se adelantó con una sonrisa burlona.
—Paz y tranquilidad —dijo en tono de broma.
Maddy le lanzó una mirada neutral, de esas que no muestran molestia pero tampoco agrado. Luego respondió, ignorando su comentario.
—Vine por la escuela —dijo, y mirándolo directamente, agregado con una sonrisa—: Y por paz y tranquilidad.
—Pues suerte con eso —murmuró Olivia, sin levantar la mirada de su plato.
Me encogí de hombros y solté lo primero que pensé.
—Qué raro… mayormente la gente se quiere ir de este pueblo.
—¿Por qué? —preguntó Maddy, extrañada.
Sofi bajó un poco la voz y respondió con ese tono misterioso que a veces usaba para contar historias en tono de broma.
—Porque el pueblo está maldito.
—Ya deja de asustarla —intervino Olivia—. La necesito, ya que ustedes no trabajan.
—Perdón, jefecita —dijo Sofi con una risa burlona.
—Bueno, dejando eso atrás… tienes que conocernos —añadió Sofi mientras miraba a Maddy—. Empieza Ethan.
Ethan tragó el último bocado, tomó agua y levantó la mano como si fuera a presentarse en clase.
—Soy Ethan y…
—Y es rico, mujeriego y un patán. Aléjate de él —lo interrumpió Sofi sin perder la sonrisa.
Ethan puso los ojos en blanco, riéndose.
—La fama me persigue —dijo, y luego miró a Maddy directo a los ojos, con esa sonrisa suya de galán barato—. Aunque tú, preciosa, puedes juzgarme por tus propios méritos.
Maddy solo lo miró en silencio, sin mostrar mucho. No sabía si estaba incómoda o simplemente analizando lo.
—Y la jefecita es Oli —añadió Sofi con una sonrisa.
—Pues yo no tengo mucho que decir —dijo Olivia mientras seguía comiendo—. Mis padres murieron en un accidente de auto… o tal vez me abandonaron, no sé, nunca hallaron los cuerpos. Voy a la escuela con estos y sí, soy joven para tener un restaurante. Igual no me importa.
Sofi abrió un poco los ojos.
—Ok… —dijo arrastrando la palabra—. Y esta es la señorita despistada Miller —dijo señalando me con su risita típica.
No me quedó más remedio que reírme.
—Bueno, ya que… soy huérfana, ni idea de quiénes son mis padres. Vivo sola, y esa es mi vida —dije, como si no fuera gran cosa.
—Y bueno, yo soy influencer y mi familia también —añadió Sofi con orgullo.
—Y si tienen dinero para qué trabajar? —preguntó Maddy, señalando a Sofi y Ethan.
—Pues esto es un capricho —contestó Olivia sin pensarlo mucho—. Y los padres de esta están presos.
—Sí, tenemos las cuentas congeladas —añadió Sofi, como si hablara del clima.
—Bueno, ya se conocieron, ya descansaron. Ahora a trabajar, que les pago por algo —dijo Olivia, levantándose—. Vamos, justifiquen el sueldo.
Nos fuimos parando poco a poco. Yo me acomodé el uniforme y antes de que Maddy se alejara, me giré hacia ella.
—Bienvenida —le dije con una sonrisa.
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